Consagración a la Sagrada Familia

"Me gustaría ahora contaros los detalles de la Consagración de la Obra, y de las familias de cada asociada y de cada socio a la Sagrada Familia. Únicamente podía acogerme al cielo, ante las maquinaciones diabólicas de ciertos desaprensivos. Jesús, María y José se ocuparon de que pasara el nublado." Así explicaba San Josemaría cómo nació esta consagración en 1951.

San Josemaría y los padres

El dicho de que el Señor escribe derecho con líneas torcidas, quedó fuertemente grabado en la memoria de San Josemaría, como producto de dolorosas experiencias personales; y como expresión de una lógica divina, que no siempre cuadra con el saber humano. Entre los dichos que frecuentemente repetía, y procuraba inculcar en sus hijos, hay uno especialmente dulce y amable. Y es éste: que a los padres les debemos la vida y el noventa por ciento de la vocación (28). Además, la caridad rectamente ordenada lleva a amar y practicar el cuarto mandamiento: el dulcísimo precepto del Decálogo (29).

En Italia

Pues bien, no pasaron muchas semanas, después de la aprobación definitiva del Opus Dei, cuando de nuevo comenzaron los ataques, robando la paz a los hogares y haciendo del dulcísimo precepto un mar de amargura (30). Se trataba de viejos métodos, empleados ya en España. Acababa de lograr el Fundador, en 1950, la aprobación definitiva de la Santa Sede y daba por descontado que con ello cesarían los ataques a la Obra. Pero se equivocó. Al cabo de unos meses los antiguos detractores volvieron a las andadas, sembrando la tribulación y el desconcierto entre las familias de los miembros del Opus Dei en Italia. Detrás de este primer ataque vino una asechanza aún más taimada; y, en vista de que también fracasó esta insidia, se reorganizaron de nuevo los ataques, sin que esto impidiera la rápida y constante expansión de la Obra.

Que sientan la Obra como algo suyo

Antes de estos sucesos, los jóvenes estudiantes que frecuentaban el Pensionato vivían felices al lado del Padre, el cual mantenía con las familias de sus hijos relaciones llenas de afecto sobrenatural y humano. Quería el Fundador que los padres palpasen y se impregnaran del ambiente de familia que reinaba en el Opus Dei. Era admirable ver el cariño del Fundador, que, en medio de sus muchas ocupaciones y agobios, procuraba hacer partícipes a los padres del calor familiar del Opus Dei, dándoles noticias de sus hijos, y pidiéndoles colaboración y oraciones, para que sintiesen la Obra como algo suyo, porque lo era realmente.

Esta delicada intimidad en el trato con las familias de sus hijos es claramente perceptible a través de su correspondencia. He aquí una carta a la madre de Mario Lantini, al año de haber pedido su hijo la admisión en la Obra:

Muy distinguida señora:

He recibido su amable carta, que le agradezco sinceramente, por cuanto me dice, especialmente por sus oraciones que son, sin duda alguna, el mejor regalo que tanto Vd. como su marido pueden hacer al Opus Dei y a sus miembros. Estoy, muy de veras, contento de la vocación de su hijo Mario y doy por ello gracias a Dios: trabaja siempre con la alegría y el entusiasmo de quien está sirviendo al Señor. Al contemplar a su hijo pienso, forzosamente, en la bondad de los padres, a quienes debe en parte su vocación. Pidiéndoles que continúen encomendando al Señor el Opus Dei, le saluda y bendice Josemescrivá de B. (31).

La respuesta de Mons. Montini

San Josemaría y Juan Larrea. 1954

Una vez iniciados, desde el Pensionato, los viajes apostólicos a diversas ciudades de Italia, aumentó también el número de personas que en Roma se incorporaban a la Obra. En abril de 1949 pidió la admisión en el Opus Dei un estudiante sudamericano —Juan Larrea—, cuya familia no veía con agrado la decisión del hijo (32). Tal vez por desconocimiento de lo que realmente era el Opus Dei, o acaso porque tal decisión desbarataba planes e ilusiones familiares. Sobre lo ocurrido testimonia Juan Larrea:

«Por entonces mi padre era embajador del Ecuador ante la Santa Sede y me dijo que consultase el caso con Mons. Montini, Sustituto de la Secretaría de Estado. Hablé con Mons. Montini, contándole mi historia y después de larga y cariñosa conversación, Mons. Montini me dijo: tendré una palabra de paz para su padre. Días después recibió a mi padre diciéndole que había hablado conPío XII y que le había dicho: “Diga Vd. al embajador que en ningún sitio estará mejor su hijo que en el Opus Dei”. Veinte años más tarde, siendo yo Obispo, visité a Mons. Montini, que era el Papa Pablo VI, y me recordó con amabilidad la audiencia antes descrita» (33).

Un doloroso episodio

Distinta postura era la de aquellos padres que se oponían a la decisión tomada por sus hijos, por las maquinaciones de personas celosas, que atizaban un primer descontento en el seno de las familias hasta transformarlo en abierta oposición dentro del hogar. El Fundador abrigaba la esperanza de que con el Decreto Primum inter se deshiciera este tipo de contradicción. Sin embargo los hechos no lo confirmaron.

En abril de 1949 había pedido la admisión en la Obra un joven de veintiún años, que frecuentaba Villa Tevere. Se llamaba Umberto Farri. Por deseo del Fundador fue a Milán en 1950 y en noviembre de 1951 regresó a Roma. Entre tanto, su padre, el Sr. Francesco Farri, había establecido relación con los padres de otros estudiantes universitarios que, al igual que su hijo Umberto, habían pedido la admisión en el Opus Dei y frecuentaban Villa Tevere. Todo ocurrió con tan gran rapidez que el daño causado en algunos hogares a las relaciones cordiales existentes entre padres e hijos no parecía tener ya remedio. En particular cuando, a última hora, el Sr. Farri, con el consejo y orientación del padre jesuita A. Martini, preparó una notificación de protesta, dirigida personalmente a Su Santidad Pío XII. El escrito llevaba fecha del 25 de abril de 1951 y recogía las firmas de cinco padres de miembros del Opus Dei (34).

El escrito era una desmesurada denuncia condenatoria del apostolado del Opus Dei y un acto de fuerte presión ejercida sobre el Papa, en el momento histórico en que acababa de aprobar de manera definitiva la Obra, en 1950, para que dejase sentir el peso de su autoridad soberana.

Ni una palabra de recriminación

¿Cuál fue la reacción del Padre al enterarse? Don Josemaría, como hiciera en 1941, pidió a sus hijos callar, rezar, sonreír y trabajar(38). Y sus hijos, obedientes, siguieron estrictamente esta pauta de conducta, silenciando dentro del alma los tristes sucesos de la persecución. De suerte que, como refiere Mario Lantini, sus propias experiencias personales no salieron a la luz hasta que le llegó el turno para deponer como testigo ante el tribunal del proceso de beatificación del Fundador, treinta años más tarde: «He de añadir —declara en 1983— que de todo esto hablo hoy por vez primera, y con dolor, porque Mons. Escrivá siempre nos prohibió, de manera explícita, tratar de ello, para que no faltásemos a la caridad, ni aunque fuese hablando entre nosotros, según se dice en un punto de Camino (n.443): cuando no puedas alabar, cállate. Por consiguiente, los episodios que yo he vivido no se conocen en el ámbito de la Obra si no es por los interesados, por el Fundador y por don Álvaro, entonces Consiliario de la Región italiana» (39). Don Álvaro, a su vez, afirma no haber oído del Padre «una sola palabra de recriminación contra los que le difamaban, ni siquiera en los momentos más duros» (40).

Poner bajo el patrocinio de la Sagrada Familia a las familias de los nuestros

La reacción del Padre fue refugiarse confiadamente en el Señor. Cogió una octavilla y escribió: poner bajo el patrocinio de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, a las familias de los nuestros: para que logren participar del gaudium cum pace de la Obra, y obtengan del Señor el cariño para el Opus Dei (41).

Ese mismo año de 1951, en carta a sus hijos, hace una instantánea memoria de aquel desdichado episodio:

Me gustaría ahora contaros —escribe— los detalles de la Consagración de la Obra, y de las familias de cada asociada y de cada socio a la Sagrada Familia, el día 14 de mayo de este año, en el oratorio —que por eso se llama, desde entonces, de la Sagrada Familia— todavía sin paredes, entre trozos de tablas y de clavos, del encofrado que sostuvo el cemento de las vigas y del techo, hasta que fraguó. Pero se conservan unas notas precisas, redactadas entonces. No me extiendo más aquí, por tanto. Os comunicaré que únicamente podía acogerme al cielo, ante las maquinaciones diabólicas —¡las permitía Dios!— de ciertos desaprensivos, que hicieron firmar a algunos padres de familia un documento repleto de falsedades, y lograron que terminara en manos del Santo Padre. Jesús, María y José se ocuparon de que pasara el nublado, sin descargar ninguna granizada: todo se aclaró (42).

San Josemaría con una familia en España. 1972

Inmediatamente se hicieron sentir los efectos del recurso a la Sagrada Familia. La misma semana de la presentación del escrito al Sumo Pontífice se echó atrás uno de los firmantes (43). El resto se percató enseguida de lo infundada que era la «angustiosa situación» de que se hablaba en la denuncia. En adelante no pusieron impedimento alguno a sus hijos, y el Señor devolvió la paz a esos hogares. La exposición de agravios hecha a Su Santidad se desvaneció por falta de peso, y don Josemaría tuvo el profundo gozo de ver crecer el afecto de las familias de sus hijos hacia el Opus Dei (44).

Cada año

Desde 1951 se renueva anualmente la Consagración, pidiendo —como reza la fórmula— para que Dios llene de bendiciones a los padres y hermanos de los miembros del Opus Dei, y se acerquen a la gran familia que es la Obra:

«Oh Jesús, amabilísimo Redentor nuestro, que al venir a iluminar el mundo, con el ejemplo y con la doctrina, quisiste pasar la mayor parte de tu vida sujeto a María y a José en la humilde casa de Nazaret, santificando la Familia que todos los hogares cristianos debían imitar: acoge benignamente la consagración de las familias de tus hijos en el Opus Dei, que ahora te hacemos (..). Tómalas bajo tu protección y custodia, y haz que se acomoden al divino modelo de tu Sagrada Familia. (...)

Concédeles, Señor, que conozcan mejor cada día el espíritu de nuestro Opus Dei, al que nos llamaste para tu servicio y nuestra santificación; infunde en ellos un amor grande a nuestra Obra; haz que comprendan cada vez con luces más claras la hermosura de nuestra vocación, para que sientan un santo orgullo porque te dignaste escogernos, y para que sepan agradecer el honor que les otorgaste. Bendice especialmente la colaboración que prestan a nuestra labor apostólica, y hazles siempre partícipes de la alegría y de la paz, que Tú nos concedes como premio a nuestra entrega» (45).

Del libro: El Fundador del Opus Dei, (III): Los caminos divinos de la tierra, Andrés Vázquez de Prada

Notas:

(28) Enseñaba a sus hijos, refiere Mons. Álvaro del Portillo, que el noventa por ciento de la vocación se la debemos a nuestros padres. Ellos han sido, frecuentemente, quienes han puesto en nuestra vida la semilla de la fe y de la piedad; y siempre les debemos el habernos traído al mundo, habernos educado, habernos formado humanamente (son palabras textuales del Fundador: Álvaro del Portillo, Sum. 1340).

(29) Cfr. Alejandro Cantero Fariña, Sum. 6670; Teresa Acerbis, Sum. 5005; Fernando Valenciano Polack, Sum. 7146.

(30) Ésta es una de aquellas temporadas de intranquilidad que abarca los años de las tres consagraciones del Opus Dei (1951-1952). En 1971 haría otra consagración, al Espíritu Santo, por distinto motivo y en diferentes circunstancias.

(31) Carta a Gioconda Lantini, en EF-490705-1.

(32) Mons. Juan Larrea Holguín nació en Buenos Aires (9-VIII-1927). Pidió la admisión en el Opus Dei como numerario en abril de 1949. Abogado en ejercicio antes de ser ordenado sacerdote el 5-VIII-1962. Consagrado Obispo (15-VI-1969). Fue Obispo Auxiliar de Quito (Ecuador), Obispo de Ibarra, nombrado Arzobispo Coadjutor de la archidiócesis de Guayaquil (Ecuador) el 26-III-1988, y Arzobispo el 7-XII-1989.

(33) Juan Larrea Holguín, Sum. 6026.

(34) En la deposición procesal hecha en Roma por Umberto Farri, testigo número 3, que comprende las sesiones 2-39 (de octubre 1981 a mayo 1982) no se habla de este asunto, ya que el testigo desconocía los hechos por entonces. Sin embargo, en el archivo privado de la familia, heredado en 1985 por Umberto Farri, se encuentran los documentos referentes a esta materia. Entre ellos una copia fotográfica del escrito de denuncia enviado al Papa (25-IV-1951), junto con las minutas de la elaboración de sucesivas redacciones. En dicho archivo se conservan asimismo las correcciones autógrafas del texto, por parte del P. A. Martini, S.J., principal consejero en todo este asunto, como puede comprobarse por los originales de trece cartas enviadas por el P. A. Martini al Sr. Farri, todas ellas firmadas, y algunas en papel estampillado con direcciones de varios centros académicos (cfr. archivo Farri, carpeta Umberto).

(35) La mención que se hace de que los jóvenes tenían dirección espiritual antes de ir por Villa Tevere (se habla de Padres Espirituales) no parece ser cierta, pues los cinco jóvenes en cuestión declararon, y firmaron en la declaración, que ninguno de ellos tenía director espiritual antes de acercarse al Opus Dei.

(36) En el escrito se hace referencia también al Cardenal Giuseppe Siri, entonces Arzobispo de Génova, como enemistado con el Opus Dei. Lo cierto es que, mal informado por un padre jesuita, y por algunas noticias tendenciosas sobre el Opus Dei, se mantuvo en actitud cautelosa por unos años. Finalmente, hallándose el Cardenal Siri en Roma, con ocasión del Concilio Vaticano II, habló con el Fundador y le expresó lo mucho que le había hecho sufrir aquel religioso y lo muy satisfecho que estaría de poder tener a la Obra en su diócesis. Cfr. Carta del P. A. Martini al Sr. Farri, del 2-XI-1951; en archivo Farri, carpeta Umberto; Luigi Tirelli, Sum. 4538; Giacomo Barabino, Sum. 4525; Juan Bautista Torelló Barenys, Sum. 5209.

(37) Esposto a Sua Santità Pio XII (25-IV-1951): fotocopia del original en archivo Farri, carpeta Umberto.

(38) Cfr. Francesco Angelicchio, Sum. 3499.

(39) Mario Lantini, Sum. 3572.

(40) Álvaro del Portillo, PR, p. 571. No toleraba el Fundador el más mínimo comentario sobre este tema, como indica Juan Udaondo en una anécdota de la que es protagonista: «Por aquellos días —refiere el testigo— me enteré de que el padre jesuita Bellincampi, coadjutor Vicepárroco de la parroquia de San Roberto Bellarmino en Roma y asistente del grupo scout de la misma, se había sentido herido porque algunos de ellos frecuentaban la casa de viale Bruno Buozzi, y que entre ellos Umberto Farri, Giorgio de Filippi y Salvatore Longo habían pedido la admisión en el Opus Dei. Con el descontento, no se contenía en hacer afirmaciones falsas y calumniosas respecto a la Obra y al grupo de españoles como les llamaba. Un día, estando a solas con el Fundador, se me escapó un comentario un poco mordaz para con el padre Bellincampi. El Fundador me cortó en seco. Me corrigió enérgicamente por no haber sabido vivir el espíritu que siempre nos había enseñado, es decir: callar, disculpar, reparar y rezar, y me aconsejó no sólo rezar por el padre Bellincampi, sino coger las disciplinas y ofrecer por el padre Bellincampi, una buena tanda de golpes» (Juan Udaondo Barinagarrementería, Sum. 5034).

(41) AGP, P01 I-1966, p. 27.

(42) Carta 24-XII-1951, n. 260.

(43) El interesado comunicó por carta del 27-IV-1951 al Sr. Farri: «Le ruego tenga a bien excluirme de toda actividad y de la adhesión dada con mi firma al escrito referente a nuestros hijos y al Opus Dei». Cfr. Archivo Farri, carpeta Umberto; y las declaraciones de los hijos de los firmantes: RHF, D-15002.

(44) Ibidem.

Concédeles, Señor, que conozcan mejor cada día el espíritu de nuestro Opus Dei, al que nos llamaste para tu servicio y nuestra santificación; infunde en ellos un amor grande a nuestra Obra; haz que comprendan cada vez con luces más claras la hermosura de nuestra vocación, para que sientan un santo orgullo porque te dignaste escogernos, y para que sepan agradecer el honor que les otorgaste.

(45) PR vol. XVII, Documenta Vol. II, Opus Dei (Consagraciones), p. 5. La Consagración tiene lugar en todos los Centros de la Obra el día de la fiesta de la Sagrada Familia.